Un luthier en la familia


Juan Carlos Soto, es un maestro hacedor de instrumentos


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13 de octubre 2004, 12:00 AM

Costa Rica cuenta, entre sus habitantes, con una gran cantidad de sorpresas. Juan Carlos Soto Marín es una de ellas aunque, para sus allegados y amistades cercanas, ya no lo es tanto pues tiene más de 20 años de experiencia.

Él es un maestro liutaio o maestro constructor de instrumentos. Es decir un luthier .

¿Verdad que muchos recuerdan esta palabra gracias a aquellos argentinos, músicos y humoristas, llamado Grupo de Instrumentos Informales Les Luthiers? Si, aquel grupo de constructores de instrumentos estrafalarios que tomaron el mejor nombre que pudieron haber elegido pues, aparte de sus maravillosas humoradas, hay que escuchar los instrumentos que ellos mismos crearon.

Juan Carlos es un luthier , y aunque goza de muy buen humor, su función en la vida no ha sido precisamente divertir a otros a través de la risa inteligente, sino más bien a partir de la creación de sonidos en manos de otros; de aquellos que tienen instrumentos que él ha engendrado.
Niño precoz

Juan Carlos, es uno de los hijos de la exdiputada Matilde Marín de Soto y hermano de la laureada actriz y escritora Ana Istarú.

Su pasión por la música proviene desde la estructura genética, pues siendo muy pequeño la música y la construcción, o más bien el armar y desarmar "chunches", le vino con tal naturalidad que a la edad de 6 años era violinista y a los 15 ya había construido su primer instrumento.

En 1984 el gobierno italiano le concedió una beca para estudiar en la ciudad de Cremona la carrera de liuteria classica cremonense (construcción y restauración de violín, viola y violoncello) en el Instituto Profesionales Internazionale per l'Artigranato Ilituraio e del Legno Antonio Stradivari. Es así como inicia una larga jornada de casi 15 años en Italia, muchos de los cuales los vivió en esa ciudad, cuna de las grandes dinastías de maestros constructores de instrumentos como los Stradivari, Guarnieri y Amati.

Hoy día es el único luthier en su tipo que existe en toda el área centroamericana y goza de una reputación internacional que le ha valido el reconocimiento de importantes músicos, así como la utilización de algunos de sus instrumentos en grabaciones laureadas.

Nos contaba Juan Carlos que, un poco antes de regresar a nuestro país, alguien le recomendó que se quedara en Italia pues aquí no tendría muchas oportunidades de trabajo con su especialidad. Hace una pausa y suelta una de sus risotadas, de buen timbre y volumen, y agrega: "Me pasó todo lo contrario y fui el primer sorprendido. Hoy tengo un año y cuatro meses, y en lista de espera una cantidad de encargos y varios de ellos son instrumentos antiguos".

Oficio de antigüedad

El término francés luthier procede del vocablo luth que quiere decir laúd, un instrumento de origen árabe que fue adoptado por la aristocracia europea convirtiéndose en uno de los más aceptados de la música culta. En un principio, el término servía para identificar a los artesanos dedicados a la fabricación de instrumentos, pero luego se utilizó más concretamente para los creadores de instrumentos de cuerda.

Fue en el Renacimiento cuando el oficio del luthier empieza a ganar importancia. Los hacedores de instrumentos, que por lo general estaban vinculados a oficios como el de la carpintería o ebanistería, ganaron en maestría y el oficio se convirtió en un arte que ameritó un estudio formal.

El oficio del luthier llegó a su esplendor en los siglos XVII y XVIII cuando países como Alemania, Francia, España e Italia produjeron innumerables escuelas y talentos. Pero ninguna como la de las dinastías de los Amati, Guarnieri y Stradivarius, en la ciudad de Cremona, Italia, de cuyas manos surgieron los mejores instrumentos de cuerda del mundo y que para mucho son imposibles de superar.

Al respecto Juan Carlos hace un gesto de duda y luego asegura: "Eso es un mito que a los mismos luthiers les ha servido, pero que no tiene nada de científico, más bien pasa a formar parte de los terrenos de la leyenda. Es innegable la calidad de un Stradivarius que, aparte de haber sido construidos con técnicas renovadoras para la época, tienen la ganancia que otorga el paso de los años".

Ciertamente que estas palabras pueden asombrar a muchos, pero nuestro luthier , mantiene que "un Stradivarius que, aparte de ser un instrumento original, está súper mejorado por el paso del tiempo y el cuidado de su dueño, pues lógicamente tiene un valor artístico insuperable que se evidencia en los precios astronómicos con que se adquieren". Ésta, entre otras razones, ha hecho que un maestro luthier se convierta en vestigio de épocas muy lejanas en la historia del arte, que finalmente nos remite a la historia humana.

Arte y oficio. Historia y trascendencia. En las manos de Juan Carlos Soto el tiempo es un asunto de paciencia y sensibilidad que sobrevive cuando la cuerda de alguno de sus instrumentos vibra, aquí y en cualquier parte del mundo.